diumenge, 7 d’octubre del 2007

Las fuentes de la Vida


Buenas madrugadas,
(en esta ocasión no me dirijo en árabe egipcio coloquial en señal de protesta puesto que algún periodista de renombre ha cuestionado abiertamente mis capacidades para dicha lengua y no quisiera ofenderle nuevamente... además si os fijais, en esta ocasión puedo escribir desde mi propio pc, de modo que hay ñ, acentos y demas despilfarros filológicos..jeje)


A pesar de que estos últimos días de trabajo en Kemet han sido más intensos de lo esperado (y por tanto mi compromiso literario se ha visto mermado de nuevo), confío en gozar de más tiempo a partir de maÑana, cuando mis clases magistrales (tanto por el sistema como por su valor intrínseco jajaja) finalicen... si es así, prometo recuperar el tiempo perdido e ir combinando relatos pasados por las tierras etíopes, con alguna nueva aventurilla egipcia (relacionada o no con el ramadán). Por el momento, y dado que en 5 horas (y bajando) deberé levantarme para visitar el colosal Templo de Karnak, y que mi ingenio se halla bastante adormecido, he decidido obsequiaros con la transcripción directa del cuaderno de viaje que nos acompañó en las tierras Abisinias... concretamente de la jornada en la que visitamos las místicas aguas del lago Tana. Espero que sea de vuestro agrado...
P.S. : esta noche la imagen no ha querido cargarse en tamaño mediano... ¿será cosa de Amón?


“UADJ UR” EL GRAN VERDE
El Lago Tana. Comúnmente nos consideramos hijos de la cultura helénica. La filosofía presocrática, los discursos de Platón y el ideal democrático parecen constituir nuestra simiente. No obstante, los antiguos griegos visitaron y aprendieron de la antigua civilización egipcia. Al beber de sus fuentes dotaron su racionalidad de un cierto misticismo panegipcio. De este modo su visión del mundo estaba claramente impregnada de tintes egipcios. ¿Y qué es Egipto sino – parafraseando al mismísimo Herodoto – un Don del Nilo?. Así pues, actuando como si de un juego de relaciones infantil se tratase, deberíamos proseguir la misma cadena de vínculos y preguntarnos qué, quién, cómo y cuándo moldeó la cosmovisión de los egipcios. La respuesta es obvia, tal y como se ha citado anteriormente: fue el río el que otorgó la vida a los habitantes de los antiguos reinos egipcio, nubio y axumita dotándolos de bienes materiales y enriqueciendo su visión del cosmos. Por todo ello, puede considerarse que por las verdes aguas del Nilo fluye una suerte de sabiduría en potencia, la cual si es bien tratada florece en todo su esplendor. En sus aguas no sólo habitan cocodrilos, tilapias, hipopótamos y decenas de plantas acuíferas, sino también el germen de la civilización. Un germen, por cierto, que nace en el Lago Tana.


Elogio al Lago Tana